domingo, 10 de mayo de 2015

El pintor de cuadros



  Esta noche me sentí un caballero… Serlo…, puede uno serlo en mayor o menor grado en cualquier momento, pero sentirse tal…, en raras ocasiones tiene uno el privilegio de sentirse.
Fue obra de Juan; llamémoslo Juan, porque en realidad desconozco su nombre. Lo deduje de la difícilmente legible firma que plasmó en el vértice inferior izquierdo del pequeño cuadro que me vendió.
Nunca había comprado un cuadro en mitad de la calle; es más, nunca había comprado en la calle nada que tuviese más valor que un boleto de lotería. Pero esta noche, Juan, me vendió su cuadro.
Juan es un hombre de unos sesenta años, enjuto en extremo y sin dientes. Su cara es una muestra de lo duro que puede pegar la vida. Luce una media melena ondulada cuyas guedejas peina en capas perfectamente ordenadas, a pesar de sus carencias tiene el porte de un pintor de otro siglo. Lo había visto otras veces caminando por mi barrio, distraído…, ausente…, concentrado, pude que en su arte, o puede que siempre se muestre prevenido ante las puñaladas que asesta la vida.
El caso es que hoy se dirigió a mí, derrochando una perfecta educación, una educación que tampoco reconocí de este tiempo; mostrándome el cuadro que ilustra este escrito, y presentándome una oferta para su venta, esmerándose en la forma…, hablándome rápido, nervioso, pero con palabras muy elegidas; se notaba que para Juan era vital venderme aquel cuadro.
No tardé en darme cuenta que Juan no era un pedigüeño cualquiera…, era un autor, que por necesidad ejercía de marchante de arte, educado en sobremanera y  de una vasta cultura. En definitiva, alguien a quien merecía la pena escuchar.
Solo le hice una pregunta: “¿Lo pintaste tú…?”.
 Lo cierto es que nada más pronunciar esas palabras sentí que al hacerlo había demostrado una soberbia que no pretendía. Me estaba dirigiendo, hablándole de tú, a un hombre al que no conocía, que era mayor que yo, y en todo momento me trató de usted y de señor; una fórmula que hoy en día, rara vez se utiliza junta. Es por ello que me sentí un poco miserable, y ese sentimiento ya me había hecho decidirlo, muy caro tendría que ofrecerme ese cuadro para que no se lo comprara.
Al entender que estaba mínimamente interesado en su arte, me hizo una oferta que me pareció irrisoria por algo que sale de la mano de un artista, pero como digo, era tanta la necesidad que tenía de llevar a cabo aquella venta, que sin dejarme siquiera terciar palabra, bajó por dos veces su oferta.
No me pude negar a comprar esa pequeña obra de arte…, ese cuadro que encabeza estas líneas.
Una vez adquirido, ya más relajado y feliz por haber conseguido esa venta, me confió que había tardado cuatro días en pintarlo, que lo hacía por necesidad y porque se le olvidaba el hambre mientras lo pintaba….
Es una casa en la playa, y no es que sea el más hermoso cuadro que nunca he tenido, pero lo dejaré siempre coronando mi biblioteca, entre mis libros, donde pueda verlo a diario; porque no es el cuadro más hermoso que nunca he tenido, pero sí es mejor que cualquier otro. Así lo catalogué desde el momento en que Juan me dio su última explicación: “… Cuídelo señor…, esa casa es mi sueño.”
Pocas son las personas afortunadas como yo, que pueden guardar un sueño en su biblioteca.


11 comentarios:

  1. Soñar despierto es crear un refugio con trazos de brillo y color para solaz del alma, es un paraje de paz y belleza que lleva plasmado nuestro nombre en un vértice cercano a la realidad que lo enmarca. Soñar, es tener un mundo propio, en donde nada es imposible, todo es alcanzable, todo es perfectible, y la realidad que tanto cuesta pero nada vale... se convierte en sueños, porque soñar no cuesta nada, pero sin embargo, en un sueño... se refugia mi alma.

    Hermosa la historia de tu encuentro con Juan, que además de su arte, te dejó una bella pincelada de sus sueños para compartirla con nosotros.

    Saludos, José Luís.

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    1. Con el permiso de nuestro amigo. Qué bonito comentario.
      Un beso. Jesú.

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    2. Muy ciertas y muy hermosas tus palabras Pensador, lástima que las empañen el sabor agridulce que nos deja Juan..., alguien que tiene que vender su sueño para comer un día..., la historia de un hombre que pinta para olvidar el hambre...
      La vida no es justa..., ni tan siquiera con los sueños.
      Saludos.

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  2. También yo habría comprado ese cuadro a Juan, pues me parece muy bonito. Yo sí suelo comprar en los mercadillos libros de segunda mano, algunos tienen hasta el plástico que los envuelven intacto...cuadros no suelo hacerlo, más que nada porque mi hija es pintora, aunque su arte dista mucho del de Juan. Creo que es muy digno vender lo que sea y más si es por no pasar hambre. Has sido todo un caballero. Un beso

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    1. Y yo también, Agueda, lo habría comprado.

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    2. Y yo también, Agueda, lo habría comprado.

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    3. Ya ves amiga Águeda..., pues hasta yo que nunca compro a nadie en la calle, caí en la tentación de hacerlo en este caso.
      Ya te digo, que no entiendo de arte, pero quizá algún día tenga la posibilidad de hablar con Juan otra vez; a veces lo veo de pasada, aunque me cueste otro cuadro... Je..., je.
      El camarero que me atendió, cuando vio que le había comprado un cuadro, me comentó que hablaba varios idiomas perfectamente, que era un hombre muy culto.
      Mi alma de escritor siempre persigue historias como esta, que le voy a hacer.
      Un besote amiga.

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  3. Hola, J Luis. Me he emocionado al leer este relato. Ese cuadro es precioso, es una gran obra, por dos razones: Porque es muy bonito, y porque en sus matices se ve el alma del autor, se aprecia el sueño d e su vida. Esto es una muestra de la realidad que viven muchísimos grandes artista. Una pena, pero así es la vida de cruel. Dios quiera que Juan pueda ver hecho realidad su sueño.
    Un beso.

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  4. Hola María..., me alegra saber de ti.
    Es difícil que para un hombre como Juan existan los milagros..., o quizá para él sea un milagro sobrevivir cada día.
    Pero sí..., es tan triste que el arte se acabe perdiendo porque no da para comer, mientras tanto sinvergüenza nada en la opulencia robando y engañando...
    Ojalá Juan acabe consiguiendo su casa en la playa.
    Un beso María.

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  5. Hola, José Luis. El cuadro es precioso así como tu relato. Ojalá el pintor consiga esa casa o aquello que necesite. Es triste saber como la mayoría de los artistas viven enormes penurias por dedicarse al arte. Un abrazo.

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  6. Buenas Mercedes.
    Ojalá así fuese, pero me bastaba con que este pobre hombre pudiese vivir dignamente de su arte.
    Un abrazo.

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