Los que
nos va esto de darle a la letra tenemos la inspiración hipotecada en los
lugares más insospechados. Porque son los recuerdos la chispa que hace saltar
las palabras que forjan las ideas.
Fue un
anciano esta vez, que esperaba en una consulta de rehabilitación, y comentaba
sobre el gobierno de este país, preocupado porque se hace cada vez más incierto, el responsable
de hacerme teclear.
No me
pregunten cómo ni por qué, pero se me vino a la mente aquel conductor de
camiones con el que crucé anoche unas palabras, y se mostraba angustiado porque
era tarde, aún no había cargado y era preciso que llegase a Portugal en el
tiempo que le exigía el tacógrafo, ese viejo profesor severo y disciplinado que
tienen todos los chóferes, y con el que es inútil ningún argumento que se salga
de su pauta.
Emilio,
así es como se llama el conductor con el que hablé, no tenía en su cabeza
preocupación alguna por la política, ni tenía interés alguno en aquellos
momentos por saber quién será el próximo presidente. Emilio sólo tenía
preocupación por terminar de cargar su camión y emprender una vez más su
viaje... Una vez más como tantas otras... Sin haber dormido nada y consciente
de que no podrá hacerlo en mucho tiempo.
No es
que no le importe la política, es que la supervivencia dicta las pautas y su
única preocupación ahora es partir y llegar. Una noche más... Hacer el camino
que hizo cientos de veces... Otra vez... Sin que el sueño lo venza y acabe con
él y con todo el que esté cerca de su camión si por desgracia se diera la
trágica circunstancia.
Emilio
es consciente que arriesga mucho cada día, pero no sabe vivir de otro modo.
Empezó muy joven... cuando las cosas eran de otra manera.... cuando la
tecnología no ahogaba tanto. Pero ponerse al mando de aquel monstruo de metal y
dirigir sus pasos fue la manera que eligió para llevar el pan a su casa... para
que su mujer, que quemó sola su juventud, y que asumió que criar y educar a
esos hijos que Emilio casi ni conoce pues crecieron sin él verlos, era cometido
de ella; tenga un puñado de euros para
preparar unas buenas lentejas, y que le llene fiambreras para tres días.
Cierto
que la vida de Emilio es muy dura… pero cuando sube a su camión y se sienta al
volante, se siente importante… Se corona rey de una carretera que no tiene
límites… en un mundo que no termina nunca… en pocas palabras… a pesar de todo
respira libertad.
Aunque
Emilio se siente libre en su carretera, no implica que sea un hombre feliz… la
presión de sus jefes que incluso le piden que se juegue la vida en demasiadas
ocasiones, lo hacen sentirse desgraciado.
Por eso
cuando en su viaje escucha la radio, y hablan de un gobierno que no llega a
acuerdos… cuando un imbécil con un Audi y corbata apretada lo adelanta en una
mala maniobra, escupe por el diente, y susurra…- Aquí os quisiera yo ver hijos
de puta-