Un trovador... Haciendo sonar las notas en su guitarra
cansada... de cuerdas vagas. Un hombre errante, que a pesar de ser gran músico,
ha sido... es, cualquier cosa, menos una gran estrella.
Las palmeras.... bailando al son de la música emitida por
las cuerdas errantes de aquella guitarra española que hoy acariciaba aquel
músico. Y de fondo ese barco, imitando a los navíos piratas ya extintos... cargado de magia, que atravesaba la mar tranquila,
como una brizna de paja en un plato de aceite... deslizándose grácilmente por
las apacibles aguas de nuestro entrañable muelle… Esto es Málaga… Quien la conozca que la compre, y seguro que el que la conoce la compra.
Luego sus olores… Hasta el rocío de los
cálidos atardeceres huele a jazmines… Y el comienzo de la
noche a espetos y marisma. Es por todo ello que quien viene la hace suya… La hace su Málaga… y nunca más la puede olvidar. El que estuvo aquí y tiene
que partir, lo hace con el corazón llorando a lágrimas vivas, y la lleva por
siempre alojada en su alma.
También están sus gentes… que siempre te hablan
de tú… por mayor que seas o por respeto que inspires. Pero son
tan generosos que nada más conocerte, te hacen su amigo… y
si te entregas algo, te convierten en su hermano de por vida.
Por ello los malagueños nos sentimos orgullosos de nuestra
Málaga. Y a veces, cuando quien no la conoce la critica, lo miramos por encima
del hombro y pensamos: “ Este malange no
sospecha lo cerquita que estamos del cielo los malagueños “.