Últimamente tengo algo más de tiempo para navegar por las redes sociales. Al hacerlo me llevo gratas sorpresas. Entre ellas me reencuentro con amigos que siempre tuve, y digamos que los tenía dejados, que no olvidados. Porque ciertamente, a pesar que de muchos de ellos no conozco sus rostros, y firmaban con nombre ficticio o anónimo, sigo reconociendo su alma en lo que escriben y el cariño que me profesan.
Cada vez que
tengo un rato, leo sus blogs y entro en el grupo que se creó cuando un triste
día nos cerraron aquel espacio que antaño compartíamos. Es curioso... A pesar
que las redes sociales son un instrumento que debiera propiciar el que nos
encontremos y compartamos, están muy lejos de igualar a ese grupo que éramos
entonces.
Después de
aquella ruptura... algunos nos fuimos reconociendo en otros grupos... en otras
redes. Y otros... simplemente desaparecieron aquel triste día para siempre.
También
pienso que pudiera ser porque ya estamos tan saturados de todo... y estamos
viviendo tantos y tan continuos cambios en nuestras vidas, que ya apenas nos
queda tiempo para soñar... Soñar tal como lo hacíamos en aquel entonces.
Cada vez que
publicábamos un post esperábamos ansiosos los comentarios del resto del
grupo... La mayoría opinaban, se prodigaban en sus palabras, y cuando no lo
hacían... si se mostraban en desacuerdo con lo escrito... eran sinceros , no
crueles.
Me semeja
vuestro recuerdo... el de los que seguís y los que desaparecieron de aquel
entrañable mundo virtual, a esa gran familia numerosa que se reunía cada día
para almorzar y compartir... Porque nosotros éramos esa familia. Con opiniones
muy diferentes... Ideas políticas antagónicas en algún caso; pero jamás... a
pesar de que por entonces éramos todos prácticamente anónimos... no estuvimos
ni tan siquiera tentados de perdernos el respeto.
Gracias porque seguís ahí... En mí tendréis siempre a un amigo... Casi a un hermano...