sábado, 19 de mayo de 2018

La casa de un hombre humilde


Nunca me gustó la política, y mucho menos posicionarme por ninguna ideología. Cuando más joven pensé que mi criterio no estaba suficientemente maduro como para entender qué andaban buscando los líderes de la política de entonces, y ahora que los años me han hecho madurar en todos los aspectos, me doy cuenta que si alguna vez existieron políticos de raza eran aquellos... los de antaño. Es por ello que sigue sin gustarme la política.
Pero si hay algo que me gusta menos que la política son los caraduras… y a éstos, aunque trates de obviarlos no tienes más remedio que sufrirlos… porque salen por todos lados… porque sus actos son noticia, quizá con demasiada frecuencia.
Cuando conocí de la existencia de aquel líder de un partido nuevo cuyas siglas se me antojaban un sinónimo de esperanza, sin saber nada de él ni de cuál era la ideología que defendía, no se me rebeló como un individuo antipático, sino como una figura que podía refrescar un mundo tan marchito y ajado como era entonces el de los líderes de este país. Alguien que estaba nadando entre los de abajo… compartiendo sus problemas y arrimando esperanza y empatía a los que no se sentían ganadores en una sociedad que no les guardaba un sitio.
Puede que funcione… me dije… Seguiré observándole… Seguiré mirando más de cerca a ese peculiar hombre que no usa corbata, ni tiene una especial preocupación por su aspecto, y al partido que representa.
Y ahí llegó el problema. Quizá debí no mirar más, y quedarme con el buen sabor de boca que te deja la esperanza.
No tardé en darme cuenta que ese señor y su entorno, no eran más que un fraude con otro nombre, que aprovechando la desesperanza de aquellos a los que engatusó buscaba su sitio y la de unos pocos  con los que compartían sus planes.
Yo me di cuenta hace mucho tiempo de quién era y qué buscaba, pero afortunadamente en mi vida no tengo la necesidad de vivir de la esperanza, como aquellos a los que enredó para que lo apoyaran y le dieran el impulso suficiente para posicionarlo en uno de los lugares más altos de la clase política.
Ahora ya no está a gusto en la humildad de una vivienda ordinaria tal como predicaba…  Ahora quiere más como tantos otros.
Espero que no lo olviden los que lo votaron…  que abran los ojos, aunque les cueste, y se den cuenta que la esperanza es un sueño… Aunque sea muy doloroso… No se puede vivir de los sueños.