Nunca me gustó la política,
y mucho menos posicionarme por ninguna ideología. Cuando más joven pensé que mi
criterio no estaba suficientemente maduro como para entender qué andaban
buscando los líderes de la política de entonces, y ahora que los años me han
hecho madurar en todos los aspectos, me doy cuenta que si alguna vez existieron
políticos de raza eran aquellos... los de antaño. Es por ello que sigue sin
gustarme la política.
Pero si hay algo que me
gusta menos que la política son los caraduras… y a éstos, aunque trates de
obviarlos no tienes más remedio que sufrirlos… porque salen por todos lados…
porque sus actos son noticia, quizá con demasiada frecuencia.
Cuando conocí de la
existencia de aquel líder de un partido nuevo cuyas siglas se me antojaban un
sinónimo de esperanza, sin saber nada de él ni de cuál era la ideología que
defendía, no se me rebeló como un individuo antipático, sino como una figura
que podía refrescar un mundo tan marchito y ajado como era entonces el de los
líderes de este país. Alguien que estaba nadando entre los de abajo…
compartiendo sus problemas y arrimando esperanza y empatía a los que no se
sentían ganadores en una sociedad que no les guardaba un sitio.
Puede que funcione… me dije…
Seguiré observándole… Seguiré mirando más de cerca a ese peculiar hombre que no
usa corbata, ni tiene una especial preocupación por su aspecto, y al partido
que representa.
Y ahí llegó el problema.
Quizá debí no mirar más, y quedarme con el buen sabor de boca que te deja la
esperanza.
No tardé en darme cuenta que
ese señor y su entorno, no eran más que un fraude con otro nombre, que
aprovechando la desesperanza de aquellos a los que engatusó buscaba su sitio y
la de unos pocos con los que compartían
sus planes.
Yo me di cuenta hace mucho
tiempo de quién era y qué buscaba, pero afortunadamente en mi vida no tengo la
necesidad de vivir de la esperanza, como aquellos a los que enredó para que lo
apoyaran y le dieran el impulso suficiente para posicionarlo en uno de los
lugares más altos de la clase política.
Ahora ya no está a gusto en
la humildad de una vivienda ordinaria tal como predicaba… Ahora quiere más como tantos otros.
Espero que no lo olviden los
que lo votaron… que abran los ojos,
aunque les cueste, y se den cuenta que la esperanza es un sueño… Aunque sea muy
doloroso… No se puede vivir de los sueños.