Tus ojos… Me enamoraron hace muchos años… pero muchos… Quizá demasiados para el recuerdo, pero
imborrables jamás para el corazón. Tampoco la ilusión se ha velado nunca en
ellos. A pesar de que nuestra vida… como cualquier vida, nunca es entera un
caminar entre nubes y siempre surgen zancadillas y heridas, unas veces
superables y otras que cuestan más cargar a la espalda para seguir caminando…
con una mochila cada vez más pesada.
Pero no es tu caso… no es el caso de esos ojos de los que me enamoré, a los que el tiempo y los reveses no
consiguieron menguar su brillo.
Fuiste capaz de caminar siempre… de mantener el rumbo… a
pesar que a veces fui ese lastre que no te facilitó las cosas. Pero no… Tú no
desististe… me agarraste fuerte de la mano y tiraste de mí en mis peores
momentos, consiguiendo contagiarme tu optimismo y hacerme volar junto a ti…
Hoy no es tu santo… ni nuestro aniversario. No hay nada
que festejar señalado en nuestro calendario. Simplemente me apetece darte las
gracias… Gracias porque sigues junto a mi… porque lo haces todo fácil y porque
me aportas todo aquello de lo que carezco.
Gracias por tirar de nuestro carro… Por tener el coraje de
no detener tu vuelo ante nada y permitirme volar contigo. Gracias por estar
ahí… por haberme levantado siempre… cada vez que caí, obviando el riesgo haber
caído conmigo.