Demasiada vida ya la
que he vivido... Demasiada vida por vivir… o quizá no... Pero últimamente huyo
de las cosas que se alejan de lo que fueron; me causa una profunda inquietud lo
que se sale de lo que siempre ha sido.
En estos días todo el
mundo habla de muerte… o puede que no... La noche de Haloween la llaman ahora...
desde hace unos pocos años... Ya era yo muy adulto cuando empezó a utilizarse
aquí esa palabra. No sólo a utilizarse, sino a abusarse de su utilización.
Era muy mayor cuando
alguien descubrió el anglicismo... o mejor dicho, lo trajo a este país nuestro,
que siempre buscó lo de fuera pensando que supera lo que tenemos... “Que genial
idea…,” (pensó un iluminado), adivinando el potencial económico que supone por
estos lares cualquier cosa heredada de los americanos. “Supera con mucho nuestra noche de los muertos”. Hala… y todos
a seguirle como borregos; como siempre pasa en este país, sobre todo cuando se
trata de inventar una fiesta.
Mi noche de los
muertos... me dije yo… ¿Qué será de ella?
Esa noche que cuando
éramos pequeños nos hacía cagarnos de miedo literalmente, pero conseguía
acercarnos a esa realidad que estaba ahí...
triste… dura… pero cierta, por mucho que la pinten divertida en las caras de
los niños de ahora…La muerte… Siempre presente… compañera de la vida.
No nos vestían como
los padres actuales visten a sus hijos... No de muertos, sino de vivos; porque esos niños a los que visten de
fantasmas o zombis, y sus progenitores
mandan a importunar por las puertas pidiendo golosinas, no van vestidos de
muertos... se saltan ese paso... lo que representan son seres que murieron y
vuelven a estar vivos. Queremos facilitar tanto la vida a los pequeños que
hasta en un día como éste, nos importuna mostrarles ni por un momento la
muerte. Tal como es... tan amarga y tan triste... El fin de una existencia.
Lo que viene después,
nadie lo sabe aún, ni a lo largo de los tiempos, ciertamente, nunca se ha
sabido. Puede que haya otro lugar donde habiten los que abandonan la vida...
pero lo que es muy cierto es que no es aquí, entre nosotros... Ni como
fantasmas ni como engendros... Del que se va de aquí... de esta tierra, sólo
acaban quedando cenizas o huesos inanimados.
Mostremos a nuestros
niños la vida tal como es... y la
muerte, con sutileza. Presentémosla a estos infantes con los matices que
correspondan a su edad y entendimiento,
y no les mostremos una fiesta llena de seres que murieron y volvieron, y
que en su nueva personalidad de pos muertos, todos retoman ese nuevo ser en
que se reencarnaron, curiosamente, mucho más malvados de lo que se fueron.
Festejemos la vida...
Festejemos mil cosas que tiene que merecen festejos. Pero no hagamos de la
muerte una fiesta... no lo es... por muchos dulces y disfraces con los que la
adornemos.